La peluquera cogió unas tijeras y un peine y se puso tras de mí. Me sonrió a través del espéculo y comenzó a cortarme el pelo cortísimo y sin darle ningún corte concretamente. Mi melena pelirroja caía al suelo y no dejaba de mirar caer mi pelo cortado sobre el mármol.
Besos y hasta pronto, espero
